Que ironías de la vida, verte aquella noche, frente a mi, tiempo después de no saber nada de ti, de darte por perdida o extraviada junto con mis recuerdos de ese entonces.
Lucías bella aún, y esa inocencia que irradiabas ahora había madurado. Era de esos instantes en los que los segundos duran minutos, en los que el silencio es cómplice de todo.
No se como llegué a dar en tu mirada, ¿Simple magnetismo de dos personas que se conocieron alguna vez?... Me bastó un breve instante para mirarte y otro para reconocerte, supongo que te sucedió lo mismo, ya que ambos esbozamos una sonrisa.
Pero el tiempo había pasado y ya no eramos personas solas, ya habíamos escrito ambos parte de nuestro presente y quizás de nuestro futuro, destinos que difícilmente volverían a encontrarse.
Un ¡Hola! en silencio nos bastó, solo mover los labios sin emitir palabra alguna, para asi evitar las miradas furtivas que se podrían dar, para evitar cuestionarios de donde, como y cuando...
Sólo coincidimos en que ambos aun nos recordábamos y así sería siempre.